Las familias con hijos con necesidades especiales enfrentan desafíos únicos en todos los aspectos de la vida cotidiana, y el consumo no es una excepción. Desde los juguetes hasta productos básicos como el calzado o el material educativo, el acceso a artículos diseñados específicamente para niños con discapacidades sigue siendo limitado, costoso y, en muchos casos, inaccesible.
Se trata de una doble barrera que tienen que hacer frente. A las dificultades propias de la minusvalía, se le suma que tanto los productos como los servicios suelen ser mucho más costosos que los ordinarios. La falta de información y un mercado que, en términos generales, continúa dándole la espalda a estas familias hace que el panorama sea, cuanto menos, muy complicado.
El acceso a productos adaptados es, para muchas familias, una verdadera odisea. Según un reciente estudio de Irisbond, los juguetes aptos para niños con discapacidades, que cumplen con los criterios de accesibilidad y seguridad, cuestan un promedio de 120 euros, mientras que los juguetes estándar para la misma edad están muy por debajo de ese precio.
Este es solo un ejemplo que refleja un problema mucho más amplio. Las familias con hijos con discapacidades suelen tener que hacer malabares con presupuestos ajustados para adquirir productos que no solo sean funcionales, sino que también promuevan el desarrollo y bienestar de sus hijos. Sin embargo, la oferta es escasa y a menudo inadecuada.
A esta problemática económica se le suma, en muchos casos, la falta de información y de una ayuda para saber qué tipo de juguete o producto puede ser ideal para las características de su hijo. Es por estas razones que, alternativas como Juguetes Azules son una buena noticia. Una web de juguetes para niños con autismo que está pensada para facilitar la elección del juguete ideal: ya sea por edad o por área a desarrollar.
Desde una óptica del marketing, este es un mercado en gran parte desatendido. Si bien algunas empresas han comenzado a dar pequeños pasos hacia la inclusión, la realidad es que la mayoría de los productos siguen pensados para un público estándar. Esto no solo deja fuera a un segmento importante de consumidores, sino que también crea una barrera emocional para las familias, que sienten que sus necesidades no son comprendidas ni atendidas.
En los últimos años, algunas marcas han intentado cambiar este panorama, lanzando productos inclusivos y campañas de marketing centradas en la diversidad. Sin embargo, estos esfuerzos son insuficientes para cubrir las necesidades reales. Además, suelen estar dirigidos a nichos muy específicos, dejando fuera a la gran mayoría de las familias con hijos que presentan discapacidades más severas.
La exclusión no solo es emocional, también es económica. Los productos adaptados suelen tener un precio significativamente más alto debido a su menor demanda y a los costos adicionales de producción. Esto hace que muchas familias se vean obligadas a renunciar a productos que serían esenciales para el bienestar y desarrollo de sus hijos. En un mercado que tiende hacia la personalización y la experiencia del cliente, es sorprendente ver que las necesidades de estos consumidores no se están priorizando.
Los gobiernos y organismos de protección al consumidor tienen un papel fundamental en este ámbito. Las políticas que incentiven la creación de productos accesibles, así como subsidios y ayudas para las familias, son urgentes. La accesibilidad debería ser una prioridad en el desarrollo de cualquier producto, desde la fase de diseño hasta su distribución.
El marketing inclusivo ha comenzado a tomar protagonismo en muchos sectores, pero aún queda un largo camino por recorrer cuando hablamos de productos específicos para personas con discapacidades. Las marcas que sean capaces de entender y atender las necesidades de este segmento de mercado no solo estarán contribuyendo a una sociedad más justa, sino que también podrían abrir nuevas oportunidades de negocio.
El desafío para las empresas de consumo está en reconocer que cada consumidor es único y que la inclusión no debería ser una excepción, sino la norma. Las familias con hijos con discapacidades son parte de nuestra sociedad y su acceso a productos adecuados es un derecho, no un lujo.
Imagen de andreas160578 en Pixabay
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